Cada día es más notorio, en la población estudiantil de niños y adolescentes, que los aprendizajes construidos por ellos a través del uso de herramientas de la Tecnología de Información y Comunicación (TIC) como la televisión, redes sociales y demás medios de comunicación social, especialmente inmersos en Internet; tienen tanta e incluso más relevancia que los construidos en las instituciones educativas. Esto se debe en gran parte a que la era tecnológica actual proporciona nuevos canales de comunicación e inmensas fuentes de información que atraen en gran medida a la población estudiantil influyendo en su comportamiento social, actitudes y formas de organización.
Es decir, nos encontramos en una situación donde la información es tremendamente abundante, incluso excesiva. Por esto, la pedagogía tradicional (en la que por lo general los saberes recaen en el profesor o en su sustituto: el libro de texto) preocupada por la transmisión y memorización de información; se convierte en un reto a superar para pasar de un modelo unidireccional de formación a otros, donde la información (encontrada en multitud de sitios accesibles por muchos) tiende a ser compartida entre varias personas.
Ante esto, puede pensarse en la necesidad de determinar qué información es realmente útil y cuál no. Sin embargo, no es la censura o el control excesivo sobre los contenidos lo que permitirá una situación conveniente en un sentido educativo, lo que se pretende es capacitar al estudiante para que construya sus propios conocimientos a partir de experiencias previas y de las distintas informaciones a las que puede acceder, fomentando así la capacidad de discernimiento y preparándolo para la toma de decisiones y elección de su ruta de aprendizaje. De allí la importancia de la incorporación de las nuevas tecnologías en los procesos de enseñanza y aprendizaje. Universidad de los Andes.
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